Crecimos con una conducta, moral y pensamientos impuestos implícita o explícitamente por nuestros educadores, llámeseles padres, tíos, abuelos o simplemente personas que se encargaron de nuestra educación en nuestra infancia y adolescencia. Los educadores nos dejan un legado que no podemos refutar tan fácilmente, no es dinero ni bienes materiales, es más bien una forma de ser y aspiraciones de vida; nuestro futuro depende ampliamente de las costumbres que ellos tengan.
Si son buenos profesionales, tenderas a ser un buen profesional; si son buenos lectores, tenderas a ser lector frecuente; si son comerciantes, tenderas a la administración; si son delincuentes, tenderas a ser un maleante; si son alegres, tenderas a ser jacarandoso; si son serios, tenderas a ser reservado; si son inteligentes tenderas a ser de mente amplia; si se dejan llevar en la vida, tenderas a ser un simple mortal más sobre la faz de la tierra.
Nuestro futuro depende, en gran medida, del ambiente en el que crecimos; si quieres romper esa barrera, tienes que luchar contra corriente; transformar esas costumbres que tienen tus raíces; ser diferente a lo que te dicta tu entorno; cambiar las reglas de tu vida; ver más allá del horizonte que te otorgaron: es un legado que depende de ti si quieres empeorarlo, mantenerlo o mejorarlo.
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