He llegado al consultorio dental, dentro de él, está un paciente que es atendido por la 'doctora A'; en la otra sección me encuentro yo, listo para ser atendido por la 'doctora B'. Ella prepara todo el equipo necesario para inspeccionar mi dentadura, mientras tanto yo decido darme una cepillada rápida.
Acabo de cepillármelos y siento todos mis dientes flojos, estoy en suspenso, no me muevo y... zaz, se me caen todos los dientes de la parte inferior derecha. Los tomo con mi mano derecha y estoy muy espantado, trato de buscar alguna explicación pero no la encuentro: ¿Me habré cepillado muy fuerte? ¿Me faltará calcio?
Llegó la doctora y le explicaba lo sucedido, le mostraba mi puño cerrado con los dientes dentro. No me contestaba, se quedaba pensando y pensando; ahora se caían los del lado izquierdo y después todos los de arriba: ¡dios mío, ya no tengo dientes! intentaba recoger lo que podía con mis dos manos.
Me imaginaba chimuelo y que al sonreír se me verían las encías. Me levante con mucha pena y vergüenza de la camilla para verme en el espejo y sonreír: sólo se me había caído 'la cascara'... mis dientes se habían convertido en diamantes.
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