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martes, 18 de octubre de 2011

Algunas personas llegan a ti, única y exclusivamente para darte una lección de vida

Tenía 7 años y se preguntaba por qué la inocencia de esa chiquilla le volvía loco. Baboseaba cada vez que ella pasaba a su lado. Una vez por compartirle un dulce a esa sonrisa inocente se perdió de una excelente calificación que le daría la mejor consola de vídeojuegos en el mundo. A sus 14 años tenía miedo de Ricardo, el chico más malo de la pandilla. Su temor provocaba que bajara la cabeza cada vez que él cruzaba por su vista. Cuando tenía que ir en avión con sus amigos a Cancún , perdió el vuelo por no querer cruzar ante la presencia de Ricardo.

Años más tarde en su primer trabajo, encontró a Gerardo, su primer jefe prepotente. Él pensaba que debía obedecer toda acción a su patrón, semanas más tarde, por ser obediente al de cabeza hueca, no se entero de la oferta de trabajo que triplicaba su sueldo. Cuando llegó Raúl a su vida, su primer hijo, le hizó ver los sueños que guardan los grandes genios. Recordó con mucho esmero que todo niño nace siendo inteligente, pero que somos nosotros mismos quienes le enseñamos a ser torpes: a imitar conductas y limitar la imaginación.

La gente va por ahí, enseñando unos a otros. Algunas se quedan con nosotros, pero otras: única y exclusivamente llegan para darnos lecciones de vida.


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